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martes, 22 de marzo de 2016

Mi Calle, La Malagueta y Los Montes de Málaga

Siempre me gustó madrugar,  despertaba temprano, dependiendo de la época del año, para observar a perdices, abejarrucos, zorzales y palomas. Pero lo que más me gustaba era buscar con Joseito los conejos, lagartos y culebras para asustar luego a mis hermanos más pequeños. Me enseñó y vi por primera vez el majestuoso vuelo de las águilas. Aunque creo, no estoy seguro en la distancia del tiempo transcurrido, eran más bien una pareja de águilas imperiales...No lo recuerdo con claridad.

Trillar era un arte porque debía efectuarse en pié y a una velocidad constante
En poco tiempo y con ese paraíso por vivienda y una adolescencia con un cariño desmedido por parte de mi familia y la familia de José, el vaticinio del doctor se cumplió cual profecía escrita en el terral malagueño. En una de las revisiones colocado tras aquella pantalla negra, que solo de verla imponía un respeto imponente. Era el aparato de Rayos X, y en esa ocasión escuche el profundo respiro de mi padre que abrazó a mi madre, al doctor y casi, no lo puedo asegurar, con lágrimas en los ojos porque estaba de espaldas dijo con su voz lapidaria y mucha ternura: “no será mi hijo un enfermo de asma mañana".
Deliciosas moras salvajes. ©Antonio Diestro
“Gracias don Felix. Gracias doctor”. Seguimos subiendo mucho más tiempo a casa de José, tanto es así, que unas Navidades efectuamos, los padres, una matanza de un cochino que había salvado con un tratamiento penicilina mi padre. Al caparlo, las heridas se infectaron y mi padre decidió preguntar al veterinario de la Plaza de Toros y le dió la solución. Como nada se desperdicia de este gran animal la temporada se alargó en muchas tardes al rededor del fuego, la candela y la familia. Esas navidades se practico, por última vez, al menos no viví otra igual; la matanza del cochino y fueron jornadas inolvidables. 
He disfrutado siempre fotografiando en los
Montes de Málaga. ©Antonio Diestro
Poco después, con doce años marché para comenzar el bachillerato interno en El Buen Consejo, colegio de los Agustinos, en el barrio de Cuatro Caminos en Madrid. Con unos sacerdotes agustinos, Pedro y Antonio Bravo, que cuando la guerra mi padre los recogió y los llevó a casa porque se habían quedado huérfanos en Palencia, concretamente en Barruelo y se los llevó a Santander. 

Es una deuda que he tenido toda mi vida con mis padres y los Montes de Málaga. Por eso quiero devolverles el amor tan inmenso y el tiempo de felicidad que me hicieron vivir de muy joven. Por lo mucho que disfruté por sus carriles, vaguadas y pinares, amén de todo lo que aprendí junto a la sabia natural que otorga el campo a las personas que con él conviven. Tuve la gran suerte de que me lo enseñaran. La Naturaleza es sabia y si la conoces, la respetas y la cuidas, se mostrará indulgente, a mi me convirtió en un hombrecito muy agradecido y sin el complejo que llevaba el tener una enfermedad de ese tipo en aquella época.

El trigo en todas las flores ha elegido a la amapola y
yo elijo a mi tierra como la más bellas del mundo.
©Antonio Diestro 
No soy maestro de nada, pero no olvido que la naturaleza cada día me enseña algo nuevo: su diversidad, su energía vital y su apasionante poder de transformación permitiéndome observar como se cumplen las leyes esenciales en cada ciclo. Por todo lo que me ha dado este espectacular espacio natural de mi amada tierra, quiero mostrar mi agradecimiento de la única manera que se, o al menos lo intento, mostrando su belleza natural en el cine y la fotografía.

Los Montes, como la ciudad, están llenos de vida y forman parte de nuestra
cultura ancestral mediterránea. ©Antonio Diestro
Por eso, tras la primera entrega del documental Parque Natural Montes de Málaga, sigo grabando y sorprendiéndome a diario por su belleza cada vez que lo visito. Es un santuario que me permite crear una segunda entrega cinematográfica para tratar de mostrar con mi torpe conocimiento, su flora, fauna y una parte muy importante de mi ciudad. El fenómeno natural que formaron los sedimentos arrastrados por el río Gadalmedina en la desembocadura en el Mare Nostrum y la riqueza que generaron para Málaga en el siglo XIX. Junto a grandes personajes que me han asesorado montaré un documental que permita a las generaciones más jóvenes acercarse a esta Espacio Natural que tanto  ha tenido que ver a lo largo de los siglos en la formación de Málaga.
La primera del año en dar fruto. ©Antonio Diestro
Historias de lagares y gentes, ventas, fiestas, verdiales, vendimias, con la almendra temprana que cubre con su flor de blanco inmaculado a primeros de año laderas de este pequeño paraíso. Sin olvidarnos de los personajes que encontramos en la historia para abrir la puerta del siglo XXI donde la cultura, el conocimiento y la difusión de nuestro estilo de vida y tradiciones deben recogerse como testimonios de nuestra historia. 

Cada estación del año los Montes te ofrecen un paisaje bellísimo. ©Antonio Diestro
Es algo que debemos conservar, junto a nuestras tradiciones como pueblo. La cultura popular es la base de conservación de nuestra historia y que además, tenemos la obligación de transmitir a las nuevas generaciones con todo su contenido. Como malagueño me sentiré muy feliz cuando termine este trabajo y pague a mi tierra una deuda de vida que tengo con ella.

Se la dediqué al genio malagueño: Por ti Pablo.©Antonio Diestro
Me gustaría terminar con una leyenda que en mi periplo africano por las arenas del Sahara, nos recordaban siempre sus habitantes; aunque creo es una sentencia definitoria massai:

“La tierra no es ningún regalo de nuestros padres. Es sencillamente un préstamo de nuestros hijos” 

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